Fue en cálido verano
no circuncidado aún por la tristeza
cuando la blanca paloma del amor
tocó con sus ardientes alas
tu alma de algodón silvestre
te dejaste conducir por apacibles jardines
donde los días y las noches transcurrieron
como sueños de niños liberados.
Te nacieron alas
para ir en pos de los secretos deleites
arrancados a la soledad
(Virgen absorta en su silencio).
Fue por eso que el Edén que te fundaste
se pobló de música sensual, lejana,
y una extraña sensación de goce purísimo
colmó las honduras de tu ser
y ardió la piel en sublime llamarada,
mientras se abocaba el corazón al éxtasis.