Súbitamente emergiste
en la noche de la espera
como rosado pez lanzado a tierra firme,
y te quedaste así
flotando entre el misterio y el asombro
fugitiva en la red de las espumas.
Desde entonces
hilaste pensamientos
a deshoras
con la rueca prodigiosa de tus ojos.
Desde entonces dulcificaste los encuentros
con la flor de tu mirada
creciendo en los contornos
de la piel sedienta
y saliste al rescate de raíces primordiales,
prisionera del beso
sembrado temprano en tu mejilla
de fresa recortada,
para ser a plenitud estremecida
por el feliz gemido de la carne
que penetró a hurtadillas
el paraíso de tus vírgenes fronteras.
Todo esto que fue develación sublime,
vigoroso batir de alas
en ardiente verano de ilusiones
se tornó en deslumbramiento
y las huellas del dolor se quedaron
asidas a ti como raíces.