En este Poniente de cristales y tenues colores,
dormita el océano su siesta
perfumes, sabores y aquellas sombras silenciosas
de tu dulce y suave aliento.
Mar, marea glaucos
regidos por los astros...
ópalos ajenos que destellan y
jadean en compás
hasta llegar a la Barca de la Nada...
Estrellas que obedecen a los àngeles
y a las temidas hadas,
en esa nébula errante
en donde nada feliz,
(mas allá de tortuosas tempestades)
una Nereida y un delfín de plata.