Una corriente de aire,
se llevo los pensamientos.
Ligeros como una pluma.
Frágiles como el sentimiento.
Volando se los llevó,
como pájaros de fuego.
La mar se los fue llevando,
dejándolos en la orilla.
En la orilla donde crecen,
para servir de alimento.
El sustento de los Hombres,
ávidos de entendimiento.
Balanceándose en los hilos,
con los que se teje el tiempo.
Sueñan que son capitanes,
de majestuosos veleros.
Que navegan entre rocas,
buscando un tranquilo puerto.
Más las procelosas aguas,
zarandean el esqueleto.
El esqueleto embestido,
por la furia de los tiempos.
Solo una corriente de aire,
se los llevo mar adentro.
Sin un destino preciso.
En busca de fundamento.
Que los transforme en ideas,
y las ideas en hechos.
Que los vista de proyectos,
con equipajes de sueños.
Así camina el viajero.
Amontonada la espalda,
con preguntas y conceptos.
Con la mochila repleta,
de doctrinas y decretos.
En su caminar cansino,
repitiendo, repitiendo.
Ligeras las actitudes,
pesados los movimientos.
Y en el cenit de la vida,
llenos de sabios consejos.
El viento se los llevo.
Trufados de recovecos.
De invencibles laberintos,
que socavan sus deseos.
Frondosas selvas inhóspitas,
donde se pierden los sueños.
Donde se esconden los ojos,
que hipnotizan solo verlos.
Donde los ritos son fuente,
de oscuros conocimientos.
Donde al final se termina,
a la magia sucumbiendo.
Los pensamientos se marchan,
otros vienen a su encuentro.
Y en la mitad del camino,
se abrazan como posesos.
A. L.
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