Juan Senda

)((((((((((LA DIOSA DE MI ALBORADA))))))))))

A DIOSA DE MI ALBORADA

 

Qué feliz ángelus mío

 

cuando la luna asomaba,

 

al sentir tu voz tan tierna

 

y  el candor de tus palabras,

 

entonces alcé mis ojos

 

y vi nacer la alborada,

 

y en ella nació una diosa

 

la más bella de las damas.

 

 

Tú eres mi ángel  celeste,

 

la cumbre de mis montañas,

 

la nebulosa florida

 

y mi Afrodita del alma.

 

 

Cuánto yo pues te   daría

 

por besar tus trenzas largas,

 

y tus manitas de avena

 

y a tu boca inmaculada,

 

y a tus retinas de lirio

 

y cuello de espuma blanca,

 

tus pechos de leche y miel

 

que son mis uvas y parras,

 

mas tu ombligo de zafiro

 

y tu pubis de esmeralda,

 

con tus muslos de canela

 

que a mis pupilas embriagan,

 

y a mis manos las enreda

 

porque son de seda y plata,


y encienden mis cordilleras


y nunca me las apagas,

 

y yo quiero que tu sepas

 

que me quemas las entrañas,

 

por la luz de tus pupilas

 

por las uvas de tu paras,

 

por esos cabellos tuyos

 

para embelesar mi cara,

 

con mis labios y mis dedos

 

y todas las mis membranas.

 

 

Cuántos cielos te daría,

 

cuantos mundos y galaxias

 

por un solo beso tuyo,

 

con pasión enamorada

 

brillando tus lindos ojos,

 

como la luna del alba

 

luego fundir nuestras bocas,

 

en las taciturnas playas

 

dormirte bajo la sombras,

 

donde el silencio se calla

 

y encima de tus columnas,

 

donde los besos se ensalzan

 

y la pasión se desboca,

 

en dulces y sabrosas llamas

 

y rompe el grito fecundo,

 

sobre la cueva volcánica

 

y tú te quedas tan quieta,

 

al sentir la bocanada

 

dentro de tu mausoleo,

 

y tu deseo se acaba

 

dándome un dulce besote,

 

por ponerte enajenada

 

y dejarte satisfecha,

 

por la jubilosa danza

 

que tu galán encendido,

 

quedando muerto y rendido

 

con la más hermosa dama,

 

de todos los hemisferios,

 

y de todas las galaxias,

 

la bella hurí de mi vida,

 

en mi pecho idolatrada

 

y en mi espíritu querida,

 

y esculpida en mi alma

 

como la bella “Afrodita”,

 

la perfecta de las damas.

 

Adiós amada mía,

 

adiós perla dorada,

 

ven pronto a verme un día

 

porque el vivir se aparca,

 

y jamás podremos vernos

 

porque la vida se acaba,

 

y jamás serás la diosa

 

de nuestra dulce alborada.