Con Loreena Mckennitt
se empieza a vestir el papel
como una novia y su desvelo.
Nacen las nubes ajedrez en el cielo.
Nacen las rosas espinas llevan sombrero.
Todavía veleta,
sin enlazar si el pecho llora
o si avellano en el huerto.
No hay prisa:
melancólica la pluma
Moja una coma, un punto...
quizás un verbo
Qué con Stevie Nicks
aceituno se vuelva su pelo.
Te quiero, sí, te quiero,
Y me parece que la rama
se puebla de alondras y jilgueros .
Me ofreces amapolas,
también desnudas almohadas
en tus sueños.
No sé:
puede que decida si debo o no debo
al solfeo de violín
si lloras o me muero.
Ya estás crecida,
lo dicen tus pechos
Y esa presumida nariz
que la letra te ha puesto.
Has nacido y echo mayor
de esa imperiosa necesidad
de pintar lo que siento.
Pero me niego a terminar
este poema y que no regreses;
igual que el cántaro sin fuente
No sería yo.
Vuelve pronto.
Solo te pido una cosa:
Qué cuando vuelvas
pongas en mis ojos
cipreses y tilos siempre verdes.