“Yo con hambre de escribir/ y otros con otra clase de apetito,/ en un país al que escuchan a veces gemir… pero nadie escucha su grito”.
¿Hace cuánto poemas no escribo?
No lo sé… la realidad en que vivo
me deja sin tiempo para escribir.
He visto a tanta gente huir, irse…
sin querer en otro país morirse,
pero no pudiendo en el suyo vivir.
¿Hace cuánto sin un poema nuevo?
No es tan poco el tiempo que llevo
esperando amaneceres y ocasos,
para inspirarme y escribir versos.
Es difícil en momentos adversos
y en un país que se cae a pedazos.
Sí, es verdad, hay temas que tratar;
la libertad, por algún ejemplo dar,
de ese tema hay razones suficientes.
Pero en un país preso en su desgracia,
donde lo menos que hay es democracia,
me cuesta tratar temas inexistentes.
Me conmueve un niño pidiéndome pan,
tiene hambre y en su casa no le dan
o iban a darle… pero quizá no alcanzó.
Quiero escribir, pero trato de saber
si al niño se le irán sus ganas de comer
por este poema que ahora escribo yo.
A veces me pregunto ¿cómo escribir?
Busco a Dios en mi alma, puedo sentir
que de su mano mi poema se inicia…
pero a Dios, sea quien sea, se le respeta
y no puedo culparlo ni aun siendo poeta,
de que en mi país reine la injusticia.
Estamos bajo un yugo que no se soporta,
con alguien a quien poco o nada le importa
que yo escriba o la suerte de quienes se van.
Duerma “presidente”, aquí nada lo despierta.
O tal vez sí… si llega a tocar a su puerta
el niño que aún espera su pan.
Original de Álvaro Márquez
Caracas, Venezuela
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