El nunca por siempre comienza en la madrugada de la felicidad, abrazan la intimidad de sus almohadas y juegan a besar el agua, las cortinas le cantan la mañana al calor del reloj donde el clavo sueña el descanso, se tatúan el fino cuero entre el espejo y la puerta, sueltan la perilla del mensaje y viajan en el tranvía desalojando sus preocupaciones en las caras que se abstienen a la timidez, caminan en el campaneo atrevido a soltar las calles en contrapicada a su infierno, se comen el delirio de los enamorados y en las plazas pasean los corazones gustados en la tendencia que deja pasar sus años en manos de la soledad, muerden la luna cuando la marea los baña en lágrimas, en la tenebrosa recámara se despiden de sus cuerpos cuando la noche los atrapa, desnudan su cama con la intención de lavar su pecado y en la tentación consumen al amor.