Castigo de la mar inquieta,
tus incomprensibles deseos
de no saber cuándo
termina este viaje,
del que no encuentro fecha alguna
de cuándo empezó.
Rudas palabras
los equinoccios de tu voz potente e imperiosa,
incomprensibles para mí..
Horizonte en ardientes llamas
en donde planean
audaces gaviotas..
La nave de mi Vida tiembla
en esta voraz
y terrible tormenta,
si nada ni nadie quien lleve el pesado timón,
sin nadie que la guíe...
Sólo el Triste Final...
basta de temores,
de tanto cansancio y desaliento...
a dónde me has llevado,
Amor?
Siento los tirantes límites
y el desparpajo
de la desolación...
Ya no queda nada,
ni el lecho blanco y blando,
ni el antiguo ventanal...
ni nuestro adorado aposento.
Sólo queda una triste frase:
-Para siempre, adiós!