He mirado tu rostro en menguante.
Un Sol sin calor, ardiendo en la miseria de su luz, olvidado
He mirado tu rostro entre las gentes, como analogía de hojas marchitas
Virginales de nuevo por la vida en destierro, sin retorno, sin pasión
Tu tiempo zurcido en silencios, en el reflejo de tus ojos
La suma de tus edades en calendarios bisiestos, apuñados como escombros
Distraída del mundo, olvidada,
Aún queda en ti los lánguidos ecos de una infancia. El grito de vida.
La brisa que desnudaba tu piel despojándote las sedas, aun es aliento,
Exhalas ardiente, lo gritan tus ojos
Te ocultas en la sombra, confundida, agazapada,
Añoras el beso cándido que se entrega inocente, sin mordazas
Lejos estoy del lupanar lúgubre y aciago, al contemplar tu rostro
Sumiso me siento ante tu angelical recuerdo
Subyugado, como esclavo ante tu mirada
Volverá a ti el brillo del delirio
El éxtasis de la matriz liberada, impúdica ante los puritanos
Volverá a ti el aroma del nardo y la azucena, seducción de los sentidos apareados
Volverás a mí un día, sin menguante, como luna creciente,
iluminada