¡Ay de ti, miserable! ¡Qué vida te espera!
¿Quién irá a verte? ¿Quién te verá bella?
Catulo
También ésa espera al desconocido
que se digne arrojarle una moneda
en el templo de Mylita.
Ésa no es como las otras,
a pesar de ceñir en su cabeza
la cuerda trenzada que la identifica.
Pasarán meses
antes de que un hombre la escoja
para el obligado rito.
Como no es hermosa,
difícil le será cumplir con su deber
en el sagrado recinto de la prostitución.
¡Oh, Babilonia!
Cuántas chicas poco agraciadas
sufren por ti la humillación de la espera,
contrariamente a las bellas
que ven, horrorizadas... o complacientes,
avanzar por las galerías
el falo enardecido de los sátiros.