lirequeen

¡AHÍ ESTARÁ EL!

Y desperté y ahí estaba el, como cada mañana;

Mirándome con esos ojos profundos y hermosos,

negros como la noche y brillantes como el sol,

Que me dicen mil cosas, aunque no pronuncien una palabra.

Y Ahí estaba el, como cada mañana;

aferrándose a mi piel con fuerza y delicadeza,

con esas pequeñas garritas que a veces logran perforar la piel,

pero son tan delicadas y suaves

que no pueden causar daño ni dolor, no a mí.

Y Ahí estaba él, Como cada mañana;

con su incesante y profundo ronroneo que tranquiliza mi alma,

con esa dulzura que solo él puede llevar hasta mi corazón,

llenándome de sosiego y dicha para seguir el camino.

Y Ahí estaba el, Como cada mañana;

Y entonces lo miré, lo agarré contra mi pecho,

frote su negra y esponjosa cabecita,

acaricie sus redondos cachetitos,

Y por una extraña razón mi alma se llenó de sentimiento;

y no pude evitar pensar

que no siempre estará ahí, Como cada mañana.

Pero ahí seguía él, Como cada mañana;

pensativo y sabio, mirándome, aferrado a mí,

ronroneando, apaciguando ese sentimiento extraño y

por un momento me olvidé del mundo,

y esos ojos profundos que tanto adoro me invitaron a vivir,

a seguir soñando y a no pensar en el futuro, tampoco en el pasado

y a vivir sólo un día cada día;

Sólo un minuto a la vez;

pero sobre todo a ser plenamente feliz.

Y de nuevo, ahí estaba yo; como cada mañana;

aprendiendo de mi gato una lección más;

empezando un nuevo día,

abrochando mi camisa nueva,

maquillando mis enormes ojeras,

aplicando color pimienta sobre mis labios,

revisando si finalmente baje otro kilo,

decidiendo si beber té o café,

pensando en que zapatos van mejor con el pantalón beige,

y riendo; riendo frente al espejo mientras peinaba mi cabello de fuego,

porque sabía que nada de eso que hacía está mañana,

nada de eso le importaba a mi gato, y, sin embargo;

use dos horas de mi tiempo en cosas insignificantes,

en cosas que antes hacía de prisa,

y seguro mañana volveré a invertir el tiempo haciendo banalidades;

con la misma calma que me enseñó mi gato.

Y Ahí estará él, mirando las cosas raras que hago como humano

y quizá pensando en enseñarme algo más de gatos;

porque, aunque sus enseñanzas me han convertido en una persona más feliz

sé que me falta mucho por aprender.
Así que es posible que me siente junto a él,

a mirar a través de la ventana un par de horas

cómo la sombra de los árboles cambia de lugar,

mientras juntos intentamos adivinar la hora.