Nacimos sin tiempo
-a mi edad puedo escribir
esa detestable frase-
a nadie alcanza,
es pueril el tiempo
como lo son las marchas militares
que se acodan en el vibrado
de la trompeta,
degüello, a degüello
hijos de no sé qué patria.
Los sabios de opereta
juzgan los peligros
del libro de mudanzas
pero seguiré
arrodillada en la acera
vomitando los callos
del corazón, pediré agua,
un poco de agua
porque fue mentira
aquello del futuro
no habrá futuro
no queda ciudad
y en los muros han colocado
retratos del carcelero.
Como si fuese resaca de ola,
llovizna,
llovizna harina sobre mi barrio,
llega la prosperidad del pan
a casa de mi madre quien extiende
una sábana sobre la mesa.
Mi madre desea dormir
y comer en abundancia
delante de mi padre muerto.
Quiere tenernos a su lado
pero está sola
frente a un pedazo de pan,
y un plato vacío.
A la sábana blanca le falta un retazo
que ha servido para vestir a la virgen.
La sábana tiene minúsculas trazas
de sangre, de orina,
que desarticulan la visión.
Es tarde, siempre ha sido tarde
a los nacidos sin tiempo,
la fatiga, el acecho
un apagón, la vela sin cebo,
el cebo sin fuego,
un círculo incoherente
de gaviotas sobre el pontón
desafía el viento y
la caballera blanca del horizonte.
Las gaviotas de Da Vinci
las gaviotas de la noche
en la sombra de un cuerpo
tras el resplandor del ave
que no cesa de volar.
de Breviario de margaritas, 2013