Mi niño mendigo
abriste el asombro de mi alma
Tú, mi pobre niño
con cara sucia y sin lágrimas.
Ya no sonrieron más las salvias.
Ibas solo, con hambre y frío,
desde que te vi
mi corazón se vistió de llagas
porque algo tuyo
quedose entre mi alma.
Una afilada daga
calló mi llanto por tu propia herida,
yo sentí tu sufrimiento
como un lánguido lamento.
Eras un angelito
tiritando de frío.
Me solicitaste ayuda
pidiéndome comida.
Solo vi un mundo impío
que no tiene medida
donde fui elegida para darte abrigo.
Hoy, me pregunto:
¿En qué lugar estarás ahora?
Porque yo mantengo viva
esa tremenda huella tuya.