A la espina
que hinca el aire, desde un tallo,
nadie osa disputarle
ni rango ni dominio
tiene de suyo, la defensa,
(como también tiene el instinto)
a cuyo amparo la belleza
se muestra lozana y seductora.
Y por la belleza, cuando se puede,
aunque sangre y duela
el hombre sabio se entrega
a costa incluso de su vida.
Copyright © Rodolfo Dondero Rodo
27.07.18