Ahí estaba yo, frente al espejo demente muerto en frío.
Era un noche de aquellas, eran las 1:25 am,
cuando de pronto, una voz susurrante empieza a reír en el oído,
la piel se erizaba, la voz nunca paraba de reír,
era demente, casi podía sentir su aura,
pero era imposible, en el espejo solo veía mi reflejo ahí.
De pie, estático e inerte, empecé a volverme loco, solo
en el baño; mientras en mi cabeza, ecos de locura
se transformaban en sudoración fría y siniestra en la habitación,
porque todo era irreal, aun no cruzaba el umbral de la muerte.