Cuanto me gustaría saber de ti,
saber aunque solo sea de tu sonrisa,
ahora lejana.
La siempre siempre amada,
que vive, que existe,
que despierta en cada alba.
Aunque yo no soy la afortunada
pues tu sonrisa para otros desayunos luce
y florece para otra mirada,
saber que sigues dando guerra y que sigues dando la lata
con tus manías, con tus besos y tus canciones,
las de los ochenta que tanto te enamoraban,
me da tranquilidad.
Y es que cuando sé de ti
el azul de una sonrisa dibujas en mi alma
y eso, querido mío,
es maravilloso.
Eva.