¡Digna recompensa logró tanta
laboriosidad! No es difícil creer
que ella misma quisiera morir así.
Marcial
La prueba granate de la desfloración
en el huerto sagrado
rodaba en temblorosas gotas
por entre los muslos de las vírgenes.
Y ella, supervisando el rito iniciático,
intentaba complacer a su diosa predilecta
bajo los jazmines del palacio.
Nadie debía negar sus primicias femeninas
a los viejos sacerdotes del poderoso Baal.
Por fin los perros de la muerte
clavaron en sus vísceras los amarillentos caninos,
como una venganza de los parias
contra la esposa de Acab.