Imprevisto
La divisaba, a veces, con su uniforme colegial, parecía una princesa de cuentos de hadas, no sé cómo nos citamos una vez, puntualmente llegó al lugar, nos saludamos, le tomé por la cintura, la besé suavemente en los labios, señaló que había salido subrepticiamente de la casa, tendría que volver de inmediato, tomados de la mano la acompañé hasta, unos metros, afueras de la entrada del antejardín, no hubo tiempo para conversar de nuestros sueños, de cómo cambiaría la vida en el futuro y el mundo; ya estático, me detuve a contemplar su sin igual hermosura cuando ingresaba a su hogar. De ese momento, recuerdo haber permanecido saboreando todas las huellas de su ser mientras me distanciaba en la oscuridad de la noche; me dije, mañana volveré por ella. Tampoco alcancé a preguntarle cosas sencillas y profundas, escucharla, ir lentamente avanzando por un sendero como serpenteando un precipicio, exageradamente sereno, lúcido, amable, generoso; por ejemplo, haber indagado sobre la flor de su preferencia, las cualidades qué de la elegida le atraían y comprender si ésta distaba de la dulzura de sus ojos. No presté mayor atención en los días siguientes, tenía un sinfín de actividades relacionadas a lo deportivo, … por eso regresé a buscarla a la semana siguiente, … la casa se encontraba deshabitada, …