Allá donde la tierra es seca,
donde manos aéreas rozan
suave el fruto solar.
Sus semillas se pliegan libres,
vuelan en nubes de conjunción
que dibujan en la tierra plena
un trazo que mancha la forma
perfecta, el paisaje estático.
Allá donde la tierra es plana,
donde su añeja piel agrieta
surcos, vetas finas.
Sus despertares son infinitos,
vestidos de escarcha temporal:
encinas, olivos, cotidianos y puros
flotan en acequias secas, del sol
que alumbra una lengua llana.
Allá donde la tierra es fría,
donde la ilusión horaria
es cielo y cosmos.
Sus primaveras precipitan
carros sobre un lienzo de gotas:
amarillas -camomilas-, rojas
-amapolas-, violetas -lilas-.
La cima de la atmósfera.