En tu oscuridad clandestina y pura,
llegan las alas de luna a mi casa,
por lo que el lamento libre se pasa,
por la sangrante herida que apertura.
Es tan grande y quemante la amargura,
de descubrirte en la incendiada brasa
de las estrellas impuras, que abraza
este lúgubre mirar que tortura.
Verte negra y de sutil espesura,
me hace más prolongada la agonía,
de seguir buscando, en la lejanía
de la noche, su tortuosa bravura.
Y arrebata su manto de natura,
que nace de su blonda cabellera,
y se mece en la inmaculada espera,
del vaivén de arboles en armonía.
Y el canto débil de esta noche mía,
viste de luto… su espesa negrura.