Una mota de polvo,
venció al gigante.
Que al caer al barranco,
murió al instante.
Y el poder era tal,
de tan minúscula brizna.
Que a tientas fue cayendo,
al fondo de la sima.
Un pequeño fragmento,
de fuerza y valentía.
Puede vencer al monstruo.
Cuando miles de pizcas,
se unen como piñas.
Y un sonoro clamor,
de voces aguerridas.
Derrumbarán los muros,
que impone la injusticia.
Sangre roja de ira.
Que bulle en las entrañas.
Recorriendo la venas,
con gigantesca rabia.
Desespera la ausencia,
de la voz necesaria.
No se cumplen las leyes,
que no escritas nos faltan.
Arrojados valores,
que caducando arrastran.
La miseria y el hambre,
en la tierra agostada.
Una sola partícula.
En gigantesca roca,
se torna cuando aplasta.
Si cae desde la altura,
que sabe necesaria.
Y al impactar sin prisa.
Derrotará al gigante,
en su misma morada.
Leve brisa que rompe,
cuando a tornado cambia.
Con la fuerza de un niño,
se destruyen murallas.
Una gota de agua,
perfora la coraza.
Solamente una gota.
Que tozuda y constante.
En el tiempo preciso,
sin descanso y sin pausa.
Romperá la armadura,
que su tesón alcanza.
Abrirá nuevas puertas.
Removerá conciencias.
Revelará las luces,
que en su interior aguardan.
Y la sangre dormida,
en venas de hojalata.
Recobrarán la vida,
para mover montañas.
A. L.
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