En las arenas de la playa universal
los dibujos son tan frágiles
como las promesas ancladas:
al puerto de la naturaleza contradictoria.
Abrir los ojos es subirse a un tren
que parece nunca regresar
a la estación de inicio.
En el viaje,
cada parada implica:
una suma de equipaje.
El oleaje de estos mares
es un catarro del que no se tiene cura
pero a cualquier gripa
se le es posible aminorar sus efectos.
Todo es cuestión de buscar un remedio
a millones de kilómetros de caos a la redonda.
Lo que merma al estornudo
ha de coexistir en este prado
que a veces se intuye como ilusorio.
Y es en el entrelazamiento de la piel
donde fecunda el milagro
Y nosotros
a través de aquella sensación
creemos aspirar al grado de Dioses
pues logramos perpetuar al instante
y los bloques adheridos a nuestra espalda
comienzan a levitar.
Invertir en esta única esperanza
se convierte en la barca
que navega entre lo sublime y lo plausible.