Yamel Murillo

CANTO DE HORA SEXTA

Le temo,
pero mi piel
por él moriría.
Mi deseo
le busca ahora
más devotamente
que yo.

Es él, rincón...
Pensamiento
extraviado
que va al encuentro
de la misma ola
que golpea sus besos
contra mis riscos
erizos
por sus dedos.

Es roca.
Cimenta en mí.
Rompe la serenidad.
Es tempestad.
Me arrastra
por el alabastro
de su cuerpo,
fiel sendero
hacia mi carne espía.

Es silencio
a voz en grito.
Callado va,
quemándome
la estera...

y me tocan sus ojos;
y me besan sus manos;
y me habla su vientre
en lenguas de ritos extraños.

Me canta
con la precisión
del murmullo del ave
en la aurora
y me dirijo a su centro
con grácil y ágil
vuelo de águila real,
en busca
de alimento
para la dulce
entraña,
que no es otra
que la suya y la mía
mimetizando
su alborada de arena
con la ostra de mi lluvia...

Mía es
la esencia que porta;
es la mía, su abrevadero.

Somos fuentes
donde brotan
néctares de dioses
y bebemos
del mutuo cáliz.

Al sonar
de cada hora sexta,
nos perdemos
en el Olimpo
a cambio de obtener
segundos de lo tangible...
del fuego de unos labios
lejanos;
amantes y críos
de un éxtasis no consumado.

 

Yamel Murillo


CANTO DE HORA SEXTA©
Amantísimos.
Las Rocas del Castillo©
D.R. 2017