Nada es opaco
si tú lo acaricias.
El aire te toca
y sigue,
cargado con tu aroma
se va,
silvando sueños,
corriendo
sobre el cabello
del paisaje,
de verde en verde,
de panal a panal,
hasta que se le agota
el perfume,
y sin fuerzas,
gira a buscar vida
dentro de tus manos.
Eduardo A. Bello Martínez
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