Antonio Rodriguez Bazaga

EN EL RÍO.

 

Bajaba el río prudente,

de aguas calmas,

besando la orilla,

abrazando el regazo,

de los juncos verdes,

refrescando álamos,

chopos y abedules,

bajo esas sombras,

donde tú y yo,

jugábamos a seducirnos,

bajo la tarde de plata.

 

Soplaba poniente cálido,

inflamando los nidos,

de abubillas y zorzales,

tostando los granos,

de un trigal de oro,

fustigando maizales,

de mazorcas aún verdes,

como azuzaban salvajes,

aquellos cuerpos entregados,

de dos corazones calientes,

sobre una fronda de tallos.

 

Caía la noche fresca,

astros de plomo girando,

en el cielo prendían,

cirios y candiles,

faroles y luciérnagas,

como ventanitas de oro,

parecían temblar de frío,

sobre el mantel azabache,

y tiritaban nuestros labios,

como pespuntes de hilo,

cosiéndonos la boca.

 

Y en eso llegó el alba,

huye la luna,

detrás de aquel cerro,

ya no se oye su nana,

solo trinos y cantos,

cencerros y voces,

de pastores y rebaños,

campanas de duelo,

velan el desencuentro,

de dos amantes que vuelven,

cada uno por su lado.

 

a.rodríguez.