Un sábado de primavera llegaste,
Era un atardecer prometedor
Al besar tus labios agrestes
Vi brillar en tus ojos el verdor
De la arboleda en flor.
Al momento esos labios
Perdieron su libertad silvestre
Quedando presos de los míos
En mi jaula de amor viviente
En ese instante y para siempre.
Dibujaste una sonrisa, inadvertida
Por la inocencia de las caricias
Que brotaron simultáneas de tus manos
Entregando a mi triste vida,
La más dulce y bella melodía.
Tu voz apartó la alegría de tu faz
Para transformar el ambiente
En una sala de concierto musical
Que envolvió mi cuerpo ardiente
Y desbordó mi corazón de paz.
Apareciste en un bello atardecer
Con promesas que iluso imaginé
Haz que se cumplan, mi bien,
No seas como esa loca primavera
Que llega, nos alegra y después se va