Lucia Rodriguez Lopez

V. La pretensiĆ³n del herido

Aún pienso en el cielo encogido

como dos cristales ahondando

en el ansia taciturna

que tiritan imitando el color rojizo

cernido sobre las cosas

cuando la humedad se acentúa

repentinamente en la quietud amortajada.

El calor hospedado bajo las olas,

bajo los párpados,

cae rendido ante los juegos de luna

y los placeres que deambulan

por la fiera inmensidad de la noche.

Pero quizá no entiendas por qué

los sueños duermen

cuando en mí socava la quejumbrosa

sombra de la tarde

o por qué continúan su eternidad

de hiel y acero

si la estatua que cierra los ojos

se derrite en plena estación arenosa.

Dormitando tú en la nube que protejo

y saboreando yo la dulce lejanía

que te rodea

me acuerdo de la pena porque arde

como pasión o como herida

en la fluviosidad amarga e insistente

donde se anegan y se forjan

con la misma facilidad de una voz

la voracidad de las venas frágiles

y el silencio de la sangre derramada.

 

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