Días en los que ni siquiera el vacío me aloja.
Tiempos del desamparo.
Una intemperie que no se sostiene,
¿Es posible morir de ternura?
Es decir, más bien, ¿morir por la falta de ternura?
No paro de escribir esa palabra,
Como si cada trazo donde la sostengo-
Donde me sostengo en ella-
Fuera un fútil intento de amarrarla.
He aquí los costes habituales de sobrevivirnos:
El precio de la pérdida,
Esta permanente niebla que me crispa hasta quebrarme,
Mi cuerpo ajado como una mortaja que ni siquiera puede sustentar a la muerte,
La nula importancia de la extinción de aquella última trascendencia,
Las cartas perdidas en el costado del camino,
Tu caricia que no llega (jamás llega),
Otra noche más supurando esta soledad desenfrenada.