Estoico,
con los brazos a los lados te miro.
Por primera vez silente, sin hablar conmigo.
No quiero acercarme sin decirte algo,
pero me acerco callado, de palabras deslavado.
Usando la mirada como verbo... como adjetivo
de lo tuyo y de lo mio.
El adiós es aceptar la muerte cierta.
No me atrevo a tocarte ni hacer con un beso presencia,
solo acaricio tu ataúd continente,
suave y lastimero, tan lleno de tu muerte.
Una rosa que en mi mano reposa,
cae al suelo sin poder contenerse.
Digo adiós en un temblor de labios tenue,
sin lágrimas, sin dolor, solo una palabra breve.
Soy cascarón vacío tan lleno de tu ser ausente,
recuerdos juguetones de amarte bajo la luna llena.
Adiós amada bella, me retiro antes de ver tu cuerpo
pertenecerle a la fría tierra.