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PORDIOSERO

Cuerda de la rabia intacta

esperando el toque viajero,

sembrando luces de azul,

rayado en su mentón inquieto.

 

Amanece un invierno negro

de ceniza y sed de perro,

se acuesta al lado del mendigo,

se encierra en su bolsillo izquierdo.

 

Si le ven pasar silbando

¡grítenle frutos y techos!,

lo agradecerá hincado de pecho,

lo cantará sentado en su rezo.

 

Y así se romperá la noche

con estrellas en las calles,

de vez en cuando un sillón,

otras veces suelo entero.