Si por entre las mesas tu figura africana,
retiene con fijeza de muchos la mirada,
algunos adivinan tu aventura pasada
cuando a un explotador le entregastes el alma.
Y hasta hoy, cuando ries, esa experiencia ingrata
se refleja en tus ojos en forma de nostalgia
por valores humanos,
no importa la prestancia
de tu actual señorío y felina elegancia
y el suave y dulce escote romboidal de tu espalda.