Sentí los fríos dedos de la muerte agarrándome la nuca, mientras que a mi oído me susurraba con su voz helada y rasposa, que en mi pecho habían colocado un reloj, y que si prestaba atención, iba a poder escucharlo por las noches
-Tic, tac - repitió varias veces la dama fatua mientras se alejaba en la oscuridad, y me dejaba solo con un revolver en la mano