La encomienda se quemaba en la arena y en el cambio del abrazo le daba al tiempo más piezas de mi vida, las insignias me persiguen poseídas en tonalidades dulces y persinadas por dios, hay un conteo en la resignación donde los caballeros dejarán caer su máscara y pesará si nos encuentran el acero del diamante, la cara tallada por el agua me recuerda lo áspero de mi religión, la cátedra me rogó mi sangre blanca que desistió al paraíso y vistió mi ángel, atacaron las nubes para bajar una corona en lluvia que estímulo mi fe, entre suspiros escondí a Dios en mi pecho y mi cuerpo quedó como testamento a la experiencia fiel de la vida.