Llueven fantasmas
en tu desierto lecho
donde habitó la luz.
Desolación de río
que llora entre peñascos;
tu voz va rasgando soledades.
Ni flor ni miel ni jardinero;
¿desde cuándo emigraron las abejas?
A galope van los sueños.
El vocerío de la noche avienta letanías;
luces y pañuelos se asoman en el cielo
semejando adioses. . .
y una silueta en la ventana umbría
se teje y desteje.