Y se rompió el encanto primigenio
de las aguas susurrando a tus oídos;
la mirada cuajada de luceros y la llave palpitante de la vida.
Y se rompió el encanto. . .
la ciudad nacida de las aguas
con su eterno resplandor de peces
lanzó sus redes hacia lejanos confines
-espléndidas luciérnagas solidarias
en el tenue beso de su luz plateada,
barnices de la noche acorralada
quedándose en tu piel de estrella-
Se rompió el encanto
y todavía un universo de luces y semáforos
envuelve el cielo amordazado
que revienta en llamarada vital
y se asoma nostálgico, sereno,
al empañado cristal de tu mirada.
Hay un Canal cuyas compuertas prodigiosas
se cierran y se abren anhelantes,
que pujan y repujan con renovados bríos,
acaso sean las compuertas de tu corazón
que aunque maltrechas todavía
se abren renovadas a la vida.