Un nuevo despertar se augura
en la paz de ese ramaje vigoroso
que propició el encuentro inaugural.
El fresco vergel que en suspiros se deshace
-limonero feliz, ebrio de aromas-
reverdece en esplendor de frutos
cómplice del beso prematuro.
Entra el invierno con su pletórico canasto
de flores, luces, mariposas;
su sagrado rito la lluvia emprende
y bailotean en azulada alfombra
garzas y gaviotas hermanadas.
La pródiga ciudad se transparenta;
colgado de sus sueños matutinos
y un enjambre de risueñas voces
tiñe de colores la mañana.
Misterioso, profundo el mar palpita
entre perlas, algas, caracoles;
Atalaya, rompeolas en que se abisma el eco,
gozoso retorno de la estrella. . .
Tras los cristales empañados
se adivina por fin una sonrisa.