A las doce del mediodía
mientras tu cara de ansias se llenaba,
cambié tu sonrisa por una historia
una historia por pan rancio.
Vendí tres horas de dolor
en tres párrafos amargos
frente mío, mientras leías
tus ojos estaban sangrando.
De nada sirve no verte,
no oirte, si siento desde adentro
tu corazón quebrarse al paso de los versos,
coloqué fantasmas de él en tus recuerdos.
Una fila innumerable de verdades
Palpando la desnudes de mis dolores,
pero dime tú qué querías con tal cosa
¿Mantener un mal recuerdo en tu memoria?
Vendí un mal recuerdo
lo cambié por un pan rancio
regalé mis verdades, amargas como el vino
y así me recibiste, con una historia.
Estoy más que agradecida.