Una mujer que escribe unas letras gráficas, acaso para juntar los pedazos de su vida y que Dios le ha dado a manos llenas, el sitio fanático de una mujer, el rincón del monólogo que sirve de desahogo, la orfandad de la infancia, los himnos mudos de la mañana, los silentes clausurados por miles de preguntas, el carbón y las varas flexibles que saboreaban su cuerpo, la higuera y sus frutos rojos que endulzaron su boca.
La lumbre de aquel tlecuitl donde creció, a tientas, en silencio y a obscuras, noche tras noche bajo la tenue vela, puertas abiertas solo sujetas a una humilde tranca, con cuatro muros blancos y lo que separaba de la calle una sencilla y hermosa enredadera, donde todo se mira de reojo, una intersección vecinal a un páramo urbano y entre el bostezo y el abandono, una esperanza muerta y fallida como el matorral salvaje que crece y crece, llego la vida… llego la luz ante sus ojos, llego la esperanza muerta a darle una razón de vivir: un hermoso pequeño varón que nació en un frio invierno HANS JONATHAN, con algunos años después de pruebas y desafíos llego una linda pequeña TANIA ROMINA SENDRESS, le dieron color a sus sueños, el adorno más hermoso, sus hijos… quienes, con su verdor fresco y sereno, sensato y lucido con grandes sueños entre la geometría y los números de su vida, recordó… como cambio esas enredaderas de estropajos y chayotes que cubrían los espacios de su casa, la terracería de su infancia, los aguantadores que transportaba de un lugar a otro, el derrumbe de la peña, la arena cerniéndose sin un pan dentro, siempre mudos testigos de su infancia, admirantes de toda obediencia, el montón de piedras de la peña que estrellaban con una marra dura, pesada y fría, que desde la obscuridad de la mañana habría que romper hasta la llegada del alba, para merecer una suculenta taza de café negro o bien, infusiones de muicle que florecían por todos lados del cerro.
Y luego, después de asearse, correr por el morral hecho de manta de harina, y correr, correr, por aquellas viejas veredas para llegar a la escuela, era una larga distancia, que servía para olvidarse de lo que había dejado en casa, llegaba al aula de clase deseosa de sentirse amada y una vez derrotada por la burla de los ingratos.
Salía de la escuela y otra vez corría, corría, esperando un poco de comida, mientras… platicaba con las lagartijas. Y al obscurecer con el manojo de las luciérnagas que alumbraban su camino, y millones de bichos agazapados entre la maleza obscura.
Más tarde revisaba que todos los animales estuvieran en su aposento, guajolotes, pollos, patos y conejos, algunos gansos, los cerdos agradecidos, gruñían vigorosamente sobre sus diversos corrales.
Placida incertidumbre en la espesura de sus ramas, y entre los claros del cielo que a veces se dibujaba, la luna o el sol, la vida bate espadas filosas y desafiantes, los olores ásperos de los verdes vivos y silvestres frutos que le daba la madre tierra.
Pero ella avanza se planta en el centro de sus recuerdos… el presente surge y la interroga, respira un porvenir incierto, pero un porvenir al fin abrazando ahora la grandeza de sus hijos, surgen las esperanzas de un futuro, el rumor a sus oídos de nuevas cosas, descubrimientos y conquistas llega el nuevo tiempo como un látigo alegre, que despierta las alas de la imaginación y vuela, vuela, echa a volar profecías de valor y encanto.
Unos cuantos adioses a los dioses que le impusieron tanto, con esa religiosidad inquisitiva, con esa seguridad de no renunciar a la vida, ni renunciar a la muerte, solo que ahora comprende que el único amor puro, es el amor de sus hijos.
Estas líneas las declaro y es un placer presentarla, y que nos obsequie con tanto cariño su vida desnuda como un diario.