Mis labios saboreaban
de un calíz seráfico
el rocío deleitable posando
con timidez en los contornos
de tu sonrisa
Mareados mis ojos
por el ir y venir
de tus pestañas
seductivos,
estimulando imprudencia
Coloqué con destreza
cada toque de mis dedos,
sintiendo tus susurros,
huyéndose por tu espina,
abrazando su renacimiento,
cual arroyos impacientes,
ansiosos a recordar
el arrebato
en el espuma del oleaje
de un encantamiento
Por desgracia la escarcha
congeló los capullos
de nuestras rosas,
así privándonos
de sus fragancias
En mi soledad
recojo con desgarro
los pétalos caídos,
mientras en mis oídos
tu silencio ruge