[Narraciones de Claustro Universitario y Extramuros Académicos]
Por Alberto JIMÉNEZ URE
Mi entrañable y fallecido amigo profesor Jesús Serra [Director del Instituto de Investigaciones Literarias «Gonzalo Picón Febres» de la Universidad de Los Andes] estuvo animándome beber cervezas en un lugar fuera de la Ciudad de Mérida, próximo al poblado de Tabay, donde, según él, yo podía llevar a una «dama» casada o soltera, estudiante o docente, para hacer el amor sin que nadie se enterase.
-«El sexo a escondidas resuelve mejor los problemas suscitados en Claustro Universitario –pícaro, aseveraba-. Verás un motel apacible y solitario, diría que perfecto: nadie se entera […]»
Salimos con su auto hacia la carretera extraurbana que conduce a páramos merideños. Luego de [aproximadamente] quince minutos, disminuyó la velocidad y nos desviamos por un sendero al final del cual estaba el motel. Era muy encantador, de tres pisos y cien habitaciones. Lo conocían. Fue saludado con afecto y respeto. Me presentó ante camareras y barmans. Nos sentamos en dos cómodas butacas de «lobby». A él gustaba el whisky, a mí la cerveza.
Al cabo de una hora, cuando estábamos «prendidos», comenzaron a salir de las habitaciones numerosas secretarias, empleados administrativos, obreros, profesoras y docentes de la Escuela de Letras emparejados con estudiantes o colegas. Felices, cierto, pero no por mucho tiempo.
-¡Ustedes no vieron nada! –exclamaban, asustadas, al vernos libar en el lobby.
-Genial sitio. Si sedujeras a la esposa de una autoridad universitaria -para cogerla aquí- nadie enteraría –le dije al poeta Serra.