omu

recuerdos imborrables

Te llamo!
mi voz recorta distancias,
mi voz, recuerda a la memoria,
se olvida hasta del olvido.
Es, para poder encontrarte,
para poder estar contigo.


Te busco!
en las metamorfosis clonadas
(desde el inicio).
En las escamas deshojadas
(en el si, en el no; de la flor que acaricio).
Por pieles desplomadas,
como desvanecidas,
por sugerentes surgencias
(que variantes se extendieron).

Te busco!
por antros bañados en el humo
de rumores angustiosos,
de cotilleos ciegos y hastío.
Por museos de historia,
de geología evolutiva,
por cualquier parte del arte,
por la cordura y el desvario.
Por entre las letras de oro impresas,
escogidas bajo el sudor de las entrañas
de pinceles y plumas diestras;
de Cervantes, Velazquez,
Goya, Quevedo, Picaso,
Garcia Lorca, Borges y Unamuno.

Te busco!
Te descubro!
en la física extrasensorial,
polifacética y fantasiosa;
de ideales levantados
uniformados en sueños.
Te busco en aquel lugar,
donde participan solícitos:
hadas, ogros, sapos,
brujas y princesas,
por rincones llenos de cuentos,
donde embrujadas,
las manzanas condenan
y las pócimas nos despiertan,
en el don del encantamiento,

en los misterios de un suspiro.

Te encuentro!
sopesando en la balanza;
romances, tragedias,
paseando entre bastidores.
Por guiones en introspección,
de teatro clásico.

Me soplas,
me tocas,
te encuentro cuando rememoro
los más íntimos sentimientos.
En los trazos del artista,
que con formas rectas o curvilinias,
esculpe arañandose
(el pecho),
estirandose los cabellos,
encogiendo sus dedos
sobre esa gastada mesa,
cuando compone de lo ilógico,
de lo humano,
con lo advertido,
su antepenúltimo verso,

mecido por los sones,

de la alegria o del extravío.

Te llamo....
te busco....
te encuentro.
Para hallarte me acompaño
(si hace falta)
del ocaso que renace
(resucita).
Del silencio sordo
en la ausencia de una mirada.
Perezco en un universo
compuesto y hecho de nada
(dejo de ser....
ser, hombre,
dejo de ser yo).
Converso con oxígenos sin hidrógeno
(los dos son uno,
un planeta, un circulo, un cero).
Dialogo hasta con los alientos,
soy amigo hasta de mis enemigos.
(todo....para encontrarte)

Te espero!
(sé que estas,
sé que existes,
sé que llegas).
No hay fin ni principio allá,
en la playa.
Donde el niño hace castillos,
donde la arena lo remoja
a orillas del infinito,
allá, donde el niño juega.
Allá, donde los abedules se alzan
y los bellos actos se guardan,
en cofres secretos,
con guiños desprendidos
por tiernas pestañas,

desde donde este escrito ha salido.
Allá, donde timidos amores confluyen
y las llamadas asonoras cogen voz,
donde la espontaneidad del amor
tiene algo más que letras o palabras,

donde al agarrarnos las manos,

todo...absolutamente todo...

toma forma, coge sentido.