Irrumpistes en mi otoño prematuro.
Nunca, para nada, esperarte.
Y me tomas por sorpresa
desterrándome de todo lo vivido,
imponiendo una nueva patria:
tu regazo, tu cuerpo, tu mundo todo.
No hay banderas, leyes, fronteras ni límites.
Regreso al niño callejero en primavera
que da su primer beso
a una niña que escapa de casa y muñecas.
El sabor único de helado, bizcocho y caramelo
es el mismo de tu boca, de tu sexo.
Entonces, y ahora, soy libre.