Sentí a mi alma abatida por un amor sin valía,
al querer consolarla, su esencia no la sentía,
entonces fui a buscarla al bosque de los Telmos,
un suspiro me dijo: ella se fue a los parajes yermos,
sin tardar, tomé senda para poderla alcanzar,
sabía de su aflicción, sabía bien lo que sufría,
era mi obligación, cambiar sus penas por alegrías.
Cruce los parajes yermos esperando verla dormida
más un risco me alertó: tu alma anoche partió,
dime solitario risco sí sabes qué rumbo tomó,
se fue por la cañada, por esa bañada de sol,
iba rumbo a los pantanos, allá donde no existe el amor.
Mi corazón palpitaba, sentía perder la razón,
sí estaba en aquellos lugares podría morir de dolor,
al llegar a la oscura ciénaga, un frío recorrió mi ser,
pude ver a mi alma enredada en las redes del placer
¡Alma mía! regresa, ¡libérate!, todo esto es oropel,
aquel amor no valía, no manches tu virtud ni mi piel,
ven alma mía, mejor desahoga tus penas en el papel.
Pude rescatar a mi alma de aquel amor, de aquel ayer.
Andrés Romo
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