Danny McGee

SOMMAR.

Sommar.

O te vas, me dijo el mar; y yo me fui a los bosques. Ingresé a un camino de babosas besando el pavimento, a uno que entre ramas te hace ver bajo los rayos lo que el sol dejó en secreto.
A lo lejos, una lágrima se entregaba a un río pardo, se perdía, en el verano, la caricia encadenada de una brisa soñolienta. Se perdía, en el verano, la mirada en su belleza.
Me aquietaba con el verde de los árboles secretos que enredaban a sus hojas entre tanto brazo abierto. Recorriendo libres pastos, me dejaba ver los ciervos.
Me volvía a los recuerdos de sus pies sobre los míos, pero el mar dijo que no; y yo le abrí a la arena lo que ayer fueran sus huellas. ¿Hay sol bajo las sombras donde un día fueron fieras?
Hoy el mar dijo que no. Y yo, sobre el camino, le mostré a una mariposa lo que vi ser su sonrisa, la más clara y repentina que me haya visto alzar.
¿Han visto arder al mar?... No es posible que las aguas puedan ver tanta belleza sin un rayo horizontal. La mujer hoy lee un libro, pero yo ya sé el final.
Lo que atiende cada cual en la más suprema vida, va y vislumbra lo que un día yo le dije frente al mar: esta vida es una herida, cicatriza y nada más.
Era un árbol el que ardía en las páginas vecinas, tan cortado como un sueño en mis ojos relavados. Todo fue como sus labios cuando el bosque se dormía.
O te vas, me dijo el mar; y yo perdí toda la vida. La dejé en el bosque en hojas que hoy flamean frente a ella, en el frío del balcón que, tal vez, por mí, recuerda.
A lo lejos, una lágrima hoy recuerda al río pardo; y hoy se pierde, en el verano, la caricia encadenada de una brisa soñolienta. Se pierde, en el verano, la mirada en su belleza.

A Claudia J.