Luego de ocho whiskys imagino mundos algo utópicos, casi perfectos, y no pienso en autos caros o casas enormes, pienso en ella conmigo en una mezcla de besos, vinos y nubes, mientras desciframos sus formas, y mientras en silencio yo intento descifrar el misterio que se oculta en sus ojos negros y que se interrumpe con cada pestañeo. No lo sabe pero aún estando un tanto alcoholizados con muchas sonrisas bobas, puedo verla detenidamente, memorizar cada poro visible y recordar los que oculta su ropa. Puedo memorizar cada poro y adorar la cicatriz en su barbilla. Ella no lo sabe, pero las circunstancias crearon una adicción que llevo en silencio e intento liberar en cada línea negra que escribo.