En el umbral del deseo,
latente quedo la vida.
Agazapada esperando,
encontrar una salida.
El enemigo está dentro,
más también el aliado.
En una perpetua lucha,
para ganar la partida.
Cambia el cielo de color.
De despejado a nublado.
De bruma o niebla tapado.
Cambia el olor de los vientos,
cuando va naciendo el día.
Va cambiando hasta el aliento,
de la boca que respira.
Pero todo permanece,
en la recóndita sima.
Donde la vida se duerme,
pero se mantiene viva.
Lentos los ojos se cierran.
Sobre si mismos se miran.
En su interior se recrean,
cuando el sueño les domina.
Profundamente encerrados,
en sus vidriosas pupilas.
Mirando como los sueños,
a su cristalino miran.
Girando como peonzas,
recorriendo pesadillas.
O dando luz a las sombras,
que entre los sueños habitan.
En el filo del amor,
que raja como cuchillas.
Las ilusiones oscilan,
como pábilos de brisa.
Van rozando las estelas,
que el deseo deja con prisa.
Dando pábulo al amor,
para bañarse de vida.
Abriendo sus bellos pétalos,
replegados en si mismos.
La flor regala belleza,
sin esperar nada a cambio.
Los infinitos tentáculos,
que se extienden como brazos.
Dando cobijo y amparo.
Dibujando los deseos,
con sus atrevidos trazos.
Rodeando a los osados,
para tenerlos a salvo.
Empujando a los dormidos,
que se mantienen al pairo.
Dando asilo al oprimido,
que sin rumbo va vagando.
Entre los sueños perdido,
buscando un cálido abrazo.
La sangre tiene razones.
Que el pensamiento no sabe,
que el amor las va creando.
A. L.
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