Tanta palabra confunde mi verso.
Mi verso me agobia, me ahoga,
no sabe de horarios ni conoce el duelo.
Mi verso me excita, me agita,
me apaga las ganas y calma mi fuego.
Cuando llega el verso, te siento entre lineas,
respiro tu boca, te toco y te veo.
Eres tu su guía, mi pluma y su dueño.
Mi verso no es libre, no mide, no rima
y tampoco es bueno.
Mi verso no es mío, y cuando lo escribo,
¡No me es ajeno!
Mi verso me implora, me grita, golpea,
y reclama tiempo.
De tanto que le hablo y le susurro bajo,
yo muero en mi verso.
Mi verso se sienta, te espera, se alza
y me dice,
VUELVO.
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