Camina entre las puertas de la Eternidad,
con un corazón de oro y una sonrisa...,
¡ay! una sonrisa azul y de brillante bondad,
siempre joven hacia ese cielo sin prisa.
Se le ve por Granada...sí, por Granada
o por Nueva York, ¡¡que más da!!.
Camina, camina alegre con su almohada
y su trova que siempre, siempre brillará.
El piano baila a su semejanza,
y como en un mar seco sin velero,
todo toma forma en su danza...
¡ay! ¡ay!, ¿dónde está tu paradero?
El final de la balada, hermano,
es que unas balas de cobarde bayoneta,
no acabó con sus poemas de verde lozano:
porque sigue caminando Federico, el poeta.
A FEDERICO GARCÍA LORCA
Abril 2.017 Nacho Rey