Está tibia todavía
la palabra que se fundó en tu boca
en rojo atardecer de estío. . .
Cayó el crepúsculo
con ansiedad suprema
como sagrada lluvia
esparciéndose en torno tuyo
contra la piel exhausta
de humedades.
La palabra
aún palpita
en el corazón del viento
que aletea
con bríos de marinero envejecido
haciéndote sombra
para aplacar tu sed
que hiciste mía.